Entradas

¿Cuándo va a parar esto?

En el último tiempo he convertido en costumbre algo simple: ayudar. Ofrecer una mano genuina cada vez que veo a alguien complicado. No lo pienso demasiado, sólo trato de ir más allá de un simple ¿cómo estás? Hace poco conversé con dos alumnas. Me dijeron de inmediato: “uf, a full, llenas de pega”. Tenían una pastelería desde hace 3 años y estaban sobrepasadas de trabajo, responsabilidades y cansancio. Les costaba venir a entrenar, pero lo necesitaban. Les conté que me dedico a ayudar a emprendedores a organizar mejor sus negocios, a no matarse en el intento. Se entusiasmaron… hasta que respondieron: “más adelante, ahora estamos muy ocupadas”. La misma historia la veo en mis grupos de mentoría. Hace poco armé uno enfocado en Marketing y Ventas, especialmente para quienes ya no tienen margen de error. Ahí no hay espacio para improvisar: lo urgente los come. Segunda reunión, uno no apareció. Estaba ocupado dando clases. Le escribí claro: si no puedes comprometerte a una hora y media al me...

¿Y si a algunos no les gusta?

Escribamos de un tema incómodo: la obsesión con agradar a los demás. Esa continua preocupación respecto de que va a opinar el resto respecto a nuestras acciones y como eso termina influenciando nuestro accionar, en ocasiones evitando que hagamos lo que realmente queremos. todos tenemos esa vocecita en nuestra cabeza que nos trata de "proteger" del ridículo y la exposición social; “¿y qué van a pensar de ti?”. Un mecanismo de supervivencia antiguo, diseñado para que no te echaran de la tribu y murieras solo en la selva. Esta voz podía ser la diferencia entre la vida y la muerte. No ser aceptado en la tribu podía marcar la diferencia entre volver a alimentarnos, en sentirnos protegidos, lo que hacía fundamental el tener la capacidad de "agradar" al resto. Literalmente nuestra vida dependía de eso. La adolescencia es la etapa donde más lo sentí. Esa mezcla rara de querer ser único, pero no demasiado distinto porque “distinto” significa quedar fuera de la tribu. Esta et...

Aprender a aprender

Tengo el recuerdo vivido de haber terminado mi carrera y lanzarme a trabajar. Recuerdo con claridad como estaba frente a una planilla excel, tenia que preparar unos reportes y no tenía la menor idea de como hacerlo. Mi jefe se me acerca y me pasa un "libro" con montones de tablas y gráficos y me dice; "hay que tener esto para la próxima semana". Para mi suerte, el ingeniero que estaba a cargo antes se había ido y el que tenía más experiencia para ayudarme estaba de vacaciones. No me quedó otra que llamar al que estaba de vacaciones y decirle, de manera franca, " ¿Cómo hago esto? Después de hablar un rato y escribir todas las recomendaciones me lancé a desarrollar la tarea. Encontré la información, empecé a trabajar en tabularla y vamos a trabajar. Recuerdo que la tarea me tomó todo el fin de semana, si, tenía un trabajo de Lunes a Viernes pero la realidad es que no sabía como hacerlo, así que tuve que utilizar tiempo adicional y trabajé incesantemente para tene...

¿Cuántas veces lo vas a intentar?

Tenemos una cantidad finita de intentos. Cada vez que lo intentamos ponemos a prueba nuestra fe en el proceso. Cada vez que fallamos, perdemos un poco de esperanza. Y llega el momento en que la pregunta pesa: ¿realmente vamos a intentarlo una vez más? Empezar un nuevo desafío siempre trae un riesgo implícito: fallar, no lograr el objetivo. Claro, está el discurso de que la falla es aprendizaje, y es cierto que cada error nos acerca. Pero también es cierto que cada tropiezo erosiona nuestra confianza, merma el compromiso y a veces hace difícil levantarse de nuevo. ¿Cómo navegamos esta dualidad? Hay una delgada línea entre perseverancia y obstinación. Creer en el proceso no es lo mismo que quedar atrapado en algo que no nos conduce a nada. El costo de oportunidad termina siendo lo más relevante: nuestro tiempo y nuestra atención son finitos. ¿Estamos dedicando esos recursos a lo correcto? Ahí entra el trabajo brutal de auditar nuestras metas. Preguntarnos con honestidad: ¿lo hago por mí ...

La triple personalidad del emprendedor.

A veces los libros cobran sentido distinto según la etapa de la vida en la que estamos. Hace unas semanas volví a sumergirme en un clásico del emprendimiento: The E-Myth . Ya lo había leído hace años, lo recordaba como un buen libro, lleno de conceptos interesantes. Pero esta vez, por recomendación de un coach al que admiro, decidí darle una segunda oportunidad. Y la experiencia fue completamente distinta. Lo que antes fue un buen libro, hoy se convirtió en algo revolucionario. El concepto de la triple personalidad del emprendedor me voló la cabeza. No solo porque lo explica con claridad, sino porque lo he vivido y lo veo reflejado en la mayoría de los emprendedores con los que trabajo. Todo comienza con lo que el autor llama “entrepreneurial seizure” —una especie de ataque o convulsión emprendedora. Es ese momento en que alguien, extraordinariamente bueno en lo que hace, siente que podría hacerlo por su cuenta: “Podría ser mi propio jefe.” “Podría hacer las cosas a mi manera.”...

Todo comienza con un sueño

Hace un tiempo leí Utopía para realistas. Al principio me pareció un libro ingenuo, lleno de ideas “buenistas” sin mucho sustento: ingreso mínimo universal, semana laboral corta, fin de frontera. Casi ciencia ficción. Pero llegando al final del libro entendí el punto: la historia está llena de utopías. Lo que hoy damos por sentado, alguna vez pareció imposible. Y el mensaje era claro: hay que atreverse a soñar sin barreras, porque solo soñando podemos encontrar la forma de hacerlo realidad. Desde entonces me permito escribir mis propias utopías. No son ideas vagas: son sueños que nacen de lo que vivo cada día en Acción. Y sí, muchos podrían decir que son imposibles, pero justamente de eso se trata. Al final, son mis imposibles, pero siento que al compartirlos se vuelven un poco más realidad. Una nueva mirada a la salud Estoy obsesionado con la salud preventiva. Creo que la definición de salud como ausencia de enfermedad es un error brutal y que la salud tiene que ver con un continuo. E...

Que mas personas se pongan en movimiento, hoy y para siempre

Hace 14 años atrás encontré mi consigna: lograr que más personas se pusieran en movimiento. En ese tiempo veía a mi alrededor un panorama triste: la mayoría sedentarios, y quienes se movían lo hacían más por culpa o miedo que por disfrute. El gimnasio era un castigo, no un espacio de vida. Caras desganadas, cuerpos moviéndose de manera robótica frente al espejo. Estética, vanidad y comparación, pero poca vitalidad. Y yo pensaba: el movimiento debería darnos libertad, seguridad, alegría, competencia con nosotros mismos. Al menos así lo sentí siempre. Eso fue lo que me empujó a dejarlo todo: que las personas volvieran a moverse, y que lo hicieran disfrutándolo. CrossFit apareció como la oportunidad. Quería que más pudieran mirar el movimiento con mis ojos: un escape, una conexión, una forma de vivir. Crecimos, y mucho. Armamos un proyecto alrededor de ese sueño, llegamos a miles de personas, abrimos espacios llenos de energía. Pero detrás de ese éxito se escondía algo: también fallábamos...