No perder el entusiasmo
Al final del 2021 me lancé a intentar, por primera vez, “mentoriar” a otro centro de entrenamiento. Fue a través de un sorteo. En ese momento llevaba unos tres años trabajando con mi mentor; había atravesado una pandemia, había visto mi proyecto desplomarse y estaba trabajando arduamente en volver a levantarlo.
¿Por qué me lancé a intentarlo?
Me impulsó la necesidad de mostrar a otros lo valioso que puede ser recorrer este camino acompañado. Cómo tu relación con tu emprendimiento puede cambiar por completo solo por encontrar a la persona adecuada que te guíe. Y, no menos importante, quería ayudar a otros a construir proyectos rentables, que les permitieran vivir el estilo de vida que soñaban. Ese desafío me parecía profundamente atractivo. Llevaba años desarrollando mis proyectos y siempre me había enfocado en la rentabilidad.
Disfruté mucho esa primera experiencia. Como toda primera vez, fui demasiado ambicioso. Esperaba cambios rápidos, transformaciones grandes. El trabajo duró tres meses y si bien cada reunión dejaba avances, el impacto no fue el que imaginaba. Eso me enseñó una gran lección: tres meses no bastan para un cambio profundo, al menos no en un negocio real. De todas maneras, el gimnasio con el que trabajé me pidió continuar. Una señal clara de que algo estaba haciendo bien. Puede que los números no mostraran demasiado, pero el impacto estaba ahí.
Con esa motivación seguí adelante. Empecé a buscar otros centros de entrenamiento con los que trabajar. Aparecieron desde México, Perú, Bolivia, Ecuador, Argentina. El llamado era simple y directo: “¿Estás luchando por sacar tu centro adelante? Te ayudo.” La promesa también: traspasar todo lo que había aprendido junto a 2 Brain Business. Ayudar a que los centros de entrenamiento en Latinoamérica fueran rentables, que impactaran vidas y que perduraran en el tiempo. Construir negocios sólidos que ayudaran tanto a los emprendedores como a sus comunidades. Esa primera experiencia me impulsó a tomar esto más en serio.
Ya he trabajado con más de 20 centros. Muy pocos se han mantenido en el proceso. La mayoría abandona a los dos o tres meses: frustrados por la falta de resultados inmediatos o abrumados por todo lo que hay que empezar a ejecutar. La principal barrera que encuentro es la misma, una y otra vez: no logran pasar a la acción. Conversamos, planificamos, definimos tareas… pero rara vez se ejecutan. Y sin ejecución no hay resultados. La resistencia al cambio es real, profunda, casi instintiva. Es más cómodo seguir igual, incluso cuando “igual” es lo que te está hundiendo.
A veces siento que he fracasado como mentor. Una y otra vez. No he logrado los resultados que espero. Por eso decidí cambiar el formato: crear pequeños grupos de trabajo, algo así como un “small group” para dueños de gimnasios en etapas similares, con problemas similares. La idea era potenciarlos entre ellos y que encontraran apoyo mutuo.
Ayer tuve una reunión dura con uno de esos grupos.
Uno está tratando de vender su proyecto, y de verdad deseo que lo logre. Lleva demasiada carga financiera encima y vender sería un alivio inmenso: soltar, respirar, empezar de nuevo. ¿Llegué demasiado tarde?
Otro está en una encrucijada. El trabajo, la familia, la vida… todo lo está llevando al límite. Creo sinceramente que es momento de cerrar. No porque haya fallado, sino porque simplemente no era su momento para emprender.
El resto del grupo… no apareció. Y aunque entiendo que la vida a veces exige prioridades, para mí el mensaje es simple: ponemos tiempo en lo que realmente nos importa. Si algo se deja botado, aunque suene duro, es porque no es prioridad.
Sigo avanzando con mis mentorías, aunque estos resultados a veces me desmotivan. Sigo escribiendo cada semana esperando que, aunque sea uno, lea estas palabras y se atreva a pedir ayuda. Que decida cambiar su historia. Quiero transformar la realidad de los centros de entrenamiento en Latinoamérica. ¿Es ambicioso? Sí. ¿Me importa? Mucho. Precisamente por eso sigo.
En este camino he visto centros cerrar. He visto emprendedores sufrir, luchar, desgastarse. No siempre he estado a la altura. No siempre he logrado cambiar su suerte. Pero no voy a perder el entusiasmo. Si logro ayudar a uno, solo a uno, todo valdrá la pena. Que ese negocio funcione, que esa familia esté mejor, que esa comunidad se beneficie… ese es mi motor.
Por eso quiero terminar con una disculpa sincera.
A quienes no pude ayudar.
A quienes se quedaron estancados.
A quienes confiaron en mí y no recibieron lo que esperaban.
Me duelen mis fracasos porque me importan las personas que están al otro lado. Pero seguiré intentándolo. Algunos aún creen en mí, y para ellos voy a seguir con todo lo que tengo.
Veo a través de 2 Brain Business cómo cientos de gimnasios logran ser rentables, crecer, impactar vidas. Y quiero que eso suceda también aquí, en nuestro lado del mundo. Sé que es más difícil, sé que toma más tiempo, pero también sé que vale absolutamente la pena.
Todo lo que he aprendido, lo seguiré compartiendo.
Todo lo que me ha servido, lo seguiré enseñando.
Porque, aunque a veces duela, vale la pena luchar por ayudar a otros a construir sus sueños.
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