Empezar todo de nuevo
En algún momento de la pandemia recuerdo cuando pensé que el proyecto se había terminado. En ese momento de desesperanza me puse a hacer cálculos y me di cuenta de que ya no valía la pena seguir adelante. Simplemente el costo/beneficio ya no hacía sentido. Desde un punto de vista netamente racional, el proyecto no tenía cómo seguir viviendo; la pandemia y mis malas decisiones lo habían hundido. Fue duro aceptarlo, pero una vez que pasó ese momento me quedé pensando:
¿Y qué voy a hacer ahora?
Las últimas semanas las he dedicado a hacer asesorías de fitness. Principalmente, el foco es ayudar a las personas a encontrar el camino para lograr sus objetivos. Pareciera algo simple, pero reviste el poder de escuchar a la persona e identificar sus motivaciones y, por otro lado, encontrar —dentro de su estructura de vida y condición actual— cuál es el mejor camino a seguir. Estas reuniones me permiten aprender mucho. Esta última semana tuve una que me dejó dando vueltas. Voy a saltarme el nombre de la persona para proteger identidades, pero quiero dejar plasmado en estas líneas un poco de lo que trató la reunión.
“No sé qué me gusta hacer.”
Me dejó un poco desconcertado la declaración. Sonaba como alguien que se encuentra perdido en la vida, como alguien que estuviera pensando en rendirse, como si ya no hubiera más hacia adelante. Traté de indagar más a fondo y no lograba entender con claridad qué era lo que quería.
Después de la desconcertante frase vino un “no sé qué voy a hacer”. Esto ya me hablaba del futuro, de la incertidumbre del futuro. Seguimos la conversación y me contó cómo le cargaba su trabajo, que la aburría pero se sentía obligada a hacerlo, principalmente por temas económicos. Se escuchaba cierto nivel de orgullo en sus palabras, pero tímido; no como alguien que se siente bueno en algo que realmente le importa. Le pregunté directo:
— “Te quedan probablemente 30 años de vida, ¿qué quieres hacer los próximos 30 años?”
No hubo respuesta.
Mientras la escuchaba, no pude evitar recordar aquel momento durante la pandemia en que yo mismo sentí lo mismo: la sensación de haberlo perdido todo y no saber qué hacer. La conversación no tuvo grandes revelaciones, pero al menos logramos descubrir cómo quería envejecer. La vida había pasado en un abrir y cerrar de ojos y sus capacidades físicas se habían deteriorado sin lograr percatarse de ello. Esto es más común de lo que creemos. Hemos construido un entorno que no requiere de gran esfuerzo físico, y eventualmente la vida nos lanza un desafío que exige el uso de nuestras capacidades físicas. Es ahí donde nos encontramos de golpe con una realidad que no habíamos incorporado: nuestro cuerpo ya no es el mismo. Ya no sirve para lo mismo.
“Pero, ¿qué voy a hacer? No puedo volver a empezar, no puedo empezar de cero de nuevo.”
Esa frase fue el cierre de nuestra conversación. Estoy 100% en desacuerdo. Creo que la vida se trata de eso: de constantemente volver a empezar. Por otro lado, uno nunca comienza de cero. Siempre lleva consigo la experiencia de lo vivido, los aprendizajes, el conocimiento, las conexiones. Son muchas las cosas que se van acumulando en el camino, que nos transforman y que hacen que el comenzar de nuevo nunca sea realmente desde cero.
Ahora, ¿cuál es el problema de comenzar de nuevo? Creo que el miedo a lo desconocido siempre será uno de los escollos más difíciles de superar. Pero lo cierto es que no tenemos nada seguro, y partir de nuevo es una oportunidad de hacer las cosas mejor, de intentarlo una vez más. Ya sea en nuestra profesión, en nuestras relaciones humanas o en nuestro fitness, vamos a comenzar cientos de veces de nuevo. ¿Acaso no es eso la vida?
Escribí una carta de despedida del proyecto de Acción en ese oscuro momento donde creí que todo había terminado. Aún la tengo guardada. Terminé de escribir y me quedé pensando:
¿Qué cresta voy a hacer?
¿A qué me voy a dedicar?
Voy a seguir adelante. Usando cada una de las herramientas que he aprendido en el camino. Voy a empezar de nuevo, pero mejor, con mayor convicción y más claridad. Voy a perder mucho en el proceso, pero sé que me volveré a levantar. Porque tendré que hacerlo mil y una veces. Lo que he construido hasta ahora se puede destruir, pero quien me he convertido en el proceso es mío, y eso es lo valioso del camino que elegí. Puedo reinventarme una y otra vez.
¿Dónde voy a llegar? Hasta donde mis sueños me lo permitan. Recuerdo que en ese momento tuve la convicción de que lo quería intentar de nuevo, que no iba a dejar que el proyecto de Acción muriera y que lo iba a levantar cuantas veces fuera necesario. Porque yo me iba a levantar cuantas veces fuera necesario. Lo más importante era que no comenzaba de cero, que nunca comenzaría de cero. Que tenía a quienes me apoyaban a mi lado y que todo lo aprendido era la mejor herramienta para comenzar este proceso.
Ya han pasado cinco años desde la pandemia. Hace cinco años murió, de cierta manera, el proyecto de Acción. Murió con esa carta que escribí. Y ese mismo día volvió a nacer otro Acción. Es cierto que perdí mucho en el proceso, pero también gané mucho.
Tal vez por eso esa conversación me golpeó tanto. Porque vi en ella lo que yo también había sentido: el miedo a volver a empezar. Pero entendí que la vida no se detiene, solo cambia de forma, y que uno no vuelve al punto de partida: vuelve con más herramientas, más experiencia, más cicatrices y más claridad.
Acción murió hace cinco años, sí. Pero también renació. Y yo renací con él.
Si alguna vez sientes que todo se terminó, recuerda esto: no estás empezando de cero. Estás empezando desde la experiencia.
Y eso, créeme, hace toda la diferencia.
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