Descubrir nuestros sueños
Los emprendimientos nacen desde un sueño. Y eso, en sí mismo, es algo hermoso. La idea de crear algo desde la nada, de convertir una chispa en algo tangible, tiene algo casi mágico. Es una de las razones por las que me apasiona tanto el mundo del emprendimiento: porque, en esencia, se trata de imaginar un futuro posible… y atreverse a construirlo.
Pero con los años he descubierto algo: muchos sueños se apagan no por falta de talento o esfuerzo, sino por falta de claridad. Porque tener una idea no es lo mismo que entender lo que realmente significa ese sueño.
En el mundo de los gimnasios —y especialmente en los boxes de CrossFit— esto suena así: “quiero tener mi propio box”.
Perfecto. Pero, ¿cómo se ve ese box?
¿Quiénes entrenan ahí? ¿Qué tipo de comunidad quieres crear? ¿Cuánto tiempo estarás en la cancha? ¿Qué tareas vas a hacer tú y cuáles debería hacer otro? ¿Cuánto quieres ganar? ¿Y cuánto estás dispuesto a invertir para que funcione?
Cada una de esas preguntas no está ahí para desanimarte, sino para ayudarte a ponerle forma al sueño. Porque sin forma, el sueño se vuelve un espejismo.
Y acá debo ser honesto: me frustra cuando alguien me dice que quiere emprender “para tener ingresos pasivos”. Como si poner dinero en un negocio bastara para que otros lo hagan funcionar. No es imposible, pero llegar ahí toma años de trabajo, procesos, liderazgo y resiliencia. No es algo que se construye con suerte; se construye con método y con paciencia.
La mayoría de los emprendedores caemos en el mismo error: nos enamoramos tanto de nuestra idea que no la diseñamos para sobrevivir sin nosotros. Creamos autoempleos disfrazados de negocios, estructuras que solo funcionan mientras estemos al mando. Y cuando queremos tomar distancia, el sistema colapsa.
Por eso, antes de lanzarte, siéntate a desafiar tu idea. Pregúntate si puede crecer sin ti, si tiene procesos, si puede sostenerse en el tiempo. Habla con otros emprendedores, escucha sus fracasos, aprende de sus cicatrices. No hay mejor mapa que la experiencia de quienes ya se equivocaron antes.
Si tu único objetivo es ganar dinero sin trabajar, no emprendas.
Pero si lo que te mueve es la posibilidad de construir algo que refleje tus valores, que mejore la vida de otros y que te haga sentir orgulloso de lo que haces, entonces adelante.
Soñar sigue siendo necesario. Pero hay que aprender a aterrizar los sueños, a darles estructura, a ponerles pies antes de querer que vuelen.
Solo así, con los pies en la tierra y la mirada en el horizonte, los sueños dejan de ser fantasías… y se convierten en realidad.
Comentarios
Publicar un comentario