Construir sólidas bases

Hace un par de semanas soy parte de un grupo de emprendedores donde nos juntamos una vez a la semana a compartir un café y tratar de darle intención a nuestra semana. Es un lindo ritual que nos permite encontrarnos con un momento de claridad antes de que la urgencia del día nos atrape. A veces caigo preso de esa ansiedad por comenzar, de la necesidad de sentirme ocupado. Tenemos cientos de cosas por terminar, siempre falta algo: recursos, gente, ventas… y queremos atacar los 150 pendientes cuanto antes.

Esta reunión es lo contrario: un pequeño freno. Para la mayoría ocurre a las 6 AM; para mí, gracias al desfase horario, es a las 8 AM. De todas formas me ayuda a ordenar la cabeza y darle dirección a la semana. Es un ritual que recomiendo con fuerza.

Esta semana partimos conversando sobre lo que cada uno había hecho bien la semana anterior. Una especie de chequeo de pasos firmes, de victorias pequeñas. Todos compartieron algo, pero una historia captó especialmente mi atención. Karen, que está desarrollando un negocio de masajes, yoga y estilo de vida, contó que la semana pasada se había dejado tiempo para ella: volvió a su práctica de yoga y empezó a recuperarse de una lesión de hombro.

Lo que destacó fue simple y poderoso: ese pequeño gesto tuvo un impacto gigantesco en su semana. Se sintió mejor enfrentando todo lo demás. Los problemas seguían ahí, el emprendimiento no se volvió milagrosamente más fácil, pero ella sí cambió la forma de encarar cada desafío.

¿Por qué pasa esto?

Porque cuando nos invade el entusiasmo por perseguir un sueño, nos lanzamos con todo lo que tenemos… y en el camino olvidamos lo más importante: hacernos cargo de nosotros mismos.

Al final, nuestros emprendimientos existen para permitirnos vivir la vida que soñamos, no para absorberla. Nadie sueña con convertirse en esclavo de su negocio. Pero aun así, muchos caemos en ese círculo vicioso:

“Si trabajo un poco más este mes, llego.”

“El próximo mes vuelvo a entrenar, cuando se estabilice todo.”

“Cuando llegue al punto de equilibrio tendré más tiempo para mi familia.”

Promesas vacías que rara vez se cumplen, porque ese “momento perfecto” nunca llega. La verdad es sencilla: tener la casa en orden es el primer paso para construir cualquier sueño.

El llamado de estas líneas es simple:

Recupérate tú primero, luego trabaja en tu negocio.

Construye las bases. Cuida tu salud, tu cuerpo, tu descanso, tu ocio, tu familia. Cuando tú estás bien, trabajas con claridad, con foco, con energía real. No se trata de trabajar más horas, sino de trabajar mejor. Desde la lucidez, no desde la sobrevivencia.

El camino del emprendedor nunca se vuelve más fácil. Lo que sí puede cambiar es quién recorre el camino. Y no deberíamos sostener nuestros sueños a punta de sacrificio, agotamiento y culpa. Esa narrativa del mártir emprendedor ya no tiene sentido; solo destruye más de lo que construye.

Comienza por ti. Siempre en ese orden.

Emprendedores sanos, descansados y felices construyen negocios rentables, sostenibles y con impacto.

Necesitamos más de eso.

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