La constante inseguridad
¿Porqué cuesta ver en nosotros lo que somos buenos para identificar en otros?
Por algún motivo, que desconozco, somo rápidos e implacables para juzgarnos. En un abrir y cerrar de ojos pasamos a destruir nuestros intentos, hacemos todo lo posible para apagar ese fuego que nos empuja a tomar riesgos. Nuestra cabeza se llena de dudas, de miedos. Miedo al rechazo, miedo a hacer el ridículo, miedo a que simplemente no somos buenos y que no vale la pena intentarlo. Mantenemos un estúpido radar social que nos hace creer que todos están pendientes de lo que hacemos. Porque efectivamente no queremos pasar desapercibidos, pero tampoco queremos que nos vean tanto, al menos no todavía. Vivimos una lucha esquizofrénica de querer seguir nuestras pasiones y el miedo incontrolable a la opinión del resto de la vida que deseamos vivir. Como si esa vida la viviéramos para otros, para la aprobación de otros.
A pesar de esta voz que continuamente suena en nuestra cabeza, a veces logramos seguir adelante. Logramos seguir, a pesar de la crítica, a pesar de la duda, a pesar de que se siente muy incómodo. En ocasiones pareciera que existe algún tipo de energía que fluye y que nos empuja a seguir, a no detenernos, a seguir intentándolo. Acá aparecen las preguntas clásicas, "pero si somos tan malos para esto, porqué seguimos intentándolo", "mira al resto, son todos buenos y tu no alcanzas ni para mediocre". Está etapa es fea, es la de las comparaciones constantes. Miras al lado y pareciera que todos lo logran, pareciera que simplemente, a diferencia del resto, no tienes talento. Esta sensación te bajonea, te hace sentir que estás perdiendo el tiempo. Te hace cuestionarte porqué empezaste en primera instancia. ¿Qué estoy haciendo?
Las malditas expectativas. A veces simplemente sobre estimamos nuestras capacidades. Esperamos que las cosas sean un poco más fáciles, menos trabajadas, ojalá con menor esfuerzo. Queremos que las cosas "fluyan" más rápido, queremos salir de la incomodidad cuanto antes, queremos arrancar a un espacio donde seamos buenos, donde nos sintamos buenos. Todos queremos sentirnos competentes y aborrecemos la sensación de incompetencia. Ahora, si además esa sensación de incompetencia se mezcla con la exposición a que el resto lo vea. Ahí tenemos la razón perfecta para abandonar. La incomodidad llega al punto de simplemente ser insostenible. La voz interna se vuelve más fuerte, se vuelve más crítica, se vuelve más dura. "En que minuto se te ocurrió hacer esto, si siempre hemos sido torpes", "como se te ocurre hacer algo creativo, si nunca hemos sido creativos, eso es para otra gente". Acá aparecen los pensamientos limitantes, esos que te tratan de definir y buscan "protegerte". Evitar que tomes riesgos, que salgas de tu zona de confort. Ya ha sido suficiente. Es momento de abandonar.
¿Porqué me hago esto?
Este es el artículo 300 que escribo en este blog. Las líneas de más arriba es parte de lo que siento cada vez que me siento frente al computador a intentar hacer esto. A veces no tengo muy claro que es, que busco. Hace 5 años atrás decidí que quería empezar a escribir, que quería aprender a comunicarme mejor. Tenía muchas cosas atrapadas en mi cabeza. No se si son útiles, no tengo claro si a alguien le pueden importar, pero si se que las tengo atrapadas y quiero compartirlas. En el proceso he dudado cientos de veces si continuar escribiendo. Tal vez puedo escribir y no compartirlo con nadie, sirve para despejar la mente pero no necesito exponerme al resto.
¿En algún momento la inseguridad se acaba?
Creo que no, que voy a seguir sintiendo esto cada vez que me siento a escribir. Pero también creo que es importante sentir esto. Muestra que me importa, el seguir intentándolo, el mantener la convicción de afrontar esta incomodidad una y otra vez muestra que realmente me importa. Quiero aprender a comunicarme mejor, quiero contar mis experiencias, quiero compartir lo que vivo en mi cabeza. No porque sea importante, solo busco que a alguien le pueda servir, que alguien pueda ayudarse de estas vivencias.
Trato de dejar una parte de mi en estas líneas, de quien soy. Imagino que en el futuro, tal vez mis hijas podrán leer estas líneas, recordarme, cuando ya no esté. De cierta forma el presente es lo único que realmente nos pertenece. Algún día desapareceré y me gusta creer que en estas líneas quedará para siempre algo de mi, un recuerdo de mi paso por este mundo.
Tal vez se trata de eso, de que no quiero ser olvidado.
Al menos no tan fácil.
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