¿Cuándo va a parar esto?

En el último tiempo he convertido en costumbre algo simple: ayudar. Ofrecer una mano genuina cada vez que veo a alguien complicado. No lo pienso demasiado, sólo trato de ir más allá de un simple ¿cómo estás?

Hace poco conversé con dos alumnas. Me dijeron de inmediato: “uf, a full, llenas de pega”. Tenían una pastelería desde hace 3 años y estaban sobrepasadas de trabajo, responsabilidades y cansancio. Les costaba venir a entrenar, pero lo necesitaban. Les conté que me dedico a ayudar a emprendedores a organizar mejor sus negocios, a no matarse en el intento. Se entusiasmaron… hasta que respondieron: “más adelante, ahora estamos muy ocupadas”.

La misma historia la veo en mis grupos de mentoría. Hace poco armé uno enfocado en Marketing y Ventas, especialmente para quienes ya no tienen margen de error. Ahí no hay espacio para improvisar: lo urgente los come. Segunda reunión, uno no apareció. Estaba ocupado dando clases. Le escribí claro: si no puedes comprometerte a una hora y media al mes para encontrar claridad, no puedo ayudarte.

Lo mismo con una emprendedora increíble con la que hablé hace unas semanas. Había pivoteado su negocio una y otra vez, siempre con energía, siempre con resiliencia. La invité a parar, a enfocarse, a dejar de perseguir todo. Pocos días después me escribió: tuvo un burn out. Colapsó. Y recién entonces entendió que el costo de “ir siempre a más” puede ser demasiado alto.

Y está Sergio, un personalizado con el que trabajo. Llegó confundido, corriendo detrás de cada oportunidad: más clientes, más marketing, más crecimiento. Todo al mismo tiempo. Lo urgente lo ahogaba. Hoy, poco a poco, empieza a frenar. Y al frenar, ve más claro el camino.

Estas historias están en todos lados. Pero nadie nos lo dice. Existen leyes laborales, pero no existen leyes para emprendedores. Sabemos que 40 horas a la semana es lo máximo saludable para un trabajador. Pero para un emprendedor pareciera que 80 o 90 horas son la norma. De lunes a domingo, esclavizados en nombre de la pasión o del dinero.

¿Dinero? El 85% de los emprendimientos fracasa. Tus probabilidades son mejores en la ruleta. Y los que sobreviven muchas veces lo hacen a costa de quemar al emprendedor, de robarle su energía, su vida, sus sueños. Historias de mártires. De épicas de sobrevivencia.

No quiero más emprendedores quemados. No quiero ver sueños destruidos en nombre de la pasión mal entendida. Ser emprendedor no debería ser sinónimo de condena, ni de voto de pobreza, ni de esclavitud disfrazada de “esfuerzo”.

Ser emprendedor puede ser construir algo valioso, que ayude a otros, que impacte comunidades y que al mismo tiempo te dé libertad para disfrutar de la vida que sueñas. Ése es el verdadero éxito.

Si te sientes quemado, escríbeme. No sigas justificando que “ya pasará” o que “tienes que aguantar un poco más”. La verdad es que no tienes que matarte en el proceso. Puedes hacerlo distinto. Pide ayuda antes de que sea demasiado tarde.

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