Sentirnos valorados

"Es que no me siento valorado."

Es una frase que escuchamos a menudo. Aparece en distintos contextos, nace de diversas situaciones, y muchas veces esconde verdades más profundas. Recuerdo una conversación con mi mentor, Peter, hace algunos meses. Estábamos conversando de como iba el mes y la charla se desvió un poco. Le dije, textual:

"Siento que trabajo y trabajo, que me esfuerzo, que trato de ayudar a mi equipo, a mis alumnos, que hago lo posible por alcanzar los objetivos del negocio... pero se siente como que nada es suficiente. Estoy lleno de problemas y siempre termino siendo el culpable de todo."

Tras un breve silencio, me respondió:

"Lo que me estás diciendo es que no te sientes valorado."

Sus palabras fueron un golpe directo. Me dejaron sin respuesta. Charlamos un rato más sobre eso, y entendí algo importante: sentirse así es más común de lo que creemos, especialmente cuando estamos liderando. Es el momento en que tenemos que volver al por qué hacemos lo que hacemos. Porque no lo hacemos por los aplausos. No lo hacemos por el reconocimiento, ni por las palmaditas en la espalda. Lo hacemos porque nos importa. Porque decidimos estar donde estamos. Porque hay propósito.

Porque creemos en el proceso, aunque a veces ese proceso se sienta más como una batalla que como un camino. Porque aprendemos a encontrar valor en lo que sí está bajo nuestro control. Sabemos que no controlamos las reacciones de los demás, pero sí nuestras acciones. Es, en el fondo, una prueba constante. Una prueba de convicción. De propósito.

Llevaba semanas sintiéndome de esa forma, sin ser capaz de articular bien lo que me pasaba. Estaba descontento y no lograba entender porqué. La conversación terminó revelando algo que no me había percatado.

Ese día entendí que el problema no era el resto. Era yo. Era mi percepción. Estaba depositando expectativas afuera y frustrándome por no recibir lo que esperaba. El malestar era una señal de que había desviado el foco. Que estaba mirando lo que me falta, no lo que tengo. Que había olvidado que el crecimiento no viene del reconocimiento ajeno, sino de lo que elijo hacer día a día.

¿Es normal sentirse así? Sí. Absolutamente.

Pero también es el llamado a reevaluar, a reenfocar. A no caer en el rol de mártir. A no quedarse en la queja, sino entender, con claridad, qué está pasando.

También me ha tocado estar del otro lado. Escuchar esa misma frase: "No me siento valorado" por parte de alguien de mi equipo. Y cuando eso ha pasado, casi siempre ha sido porque ya no estamos alineados. Queremos cosas distintas. Y si los objetivos son diferentes, es muy difícil que las acciones tengan sentido para ambos. No hay forma de sentirse valorado si estamos remando hacia puertos diferentes. No es culpa de nadie. Es simplemente la señal de que es hora de seguir caminos distintos. Con respeto. Con claridad.

“No me siento valorado” no es el problema. Es el síntoma.

Y como todo síntoma, hay que saber leerlo.

Si hoy estás en ese lugar, si sientes que estás dando todo y no es suficiente, hazte estas preguntas:

¿Estoy esperando validación externa para sentirme bien con lo que hago?

¿Estoy alineado con las personas con las que trabajo?

¿Estoy enfocando mi atención sólo en lo negativo?

Esas preguntas no resuelven todo, pero abren la puerta a respuestas que sí pueden cambiarlo todo.

El valor que buscas afuera, tal vez esté dentro.

Mírate con honestidad.

Pregúntate con valentía.

Responde con compasión.

Y si necesitas busca una mano que te pueda ayudar. No estás solo.

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