Construir estilos de vida.

Los últimos meses he dedicado parte de mi tiempo a ayudar a algunos alumnos y coaches con temas de hábitos y nutrición. El objetivo era simple: entender si tenía las herramientas para ayudar a las personas a ordenar su “estilo de vida”. Un término amplio, sí, pero que describe bien lo que busco. La base de la pirámide de CrossFit es la nutrición, y si soy honesto, ha sido uno de los grandes pendientes dentro del proyecto de Acción. Nos ha costado abordarlo, principalmente porque el enfoque tradicional de especialización en nutrición no encaja con lo que hacemos. Las intervenciones nutricionales sin considerar el resto del entorno y comportamiento tienen una tasa de éxito muy baja.

Por eso decidí dejar de esperar a que llegara la solución “perfecta” y comencé a aplicar las herramientas que ya tengo como coach. Desde ese lugar, acompañé a personas en el proceso de construir un estilo de vida sostenible, basado en principios claros, pero con espacio para la realidad individual de cada uno.

Una de las premisas fundamentales que utilicé fue la clásica definición de CrossFit:

"Come carne y verduras, frutos secos y semillas, algo de fruta, poco almidón y nada de azúcar. Mantén tu consumo en niveles que favorezcan el ejercicio, pero no la grasa corporal."

Parece simple. Pero lo simple no siempre es fácil.

Y si vamos a intervenir los macronutrientes, primero debemos construir las bases que sostengan ese tipo de alimentación. Hablamos de descanso, entorno, relaciones personales, manejo del estrés, apetito, hábitos. Cada una de estas variables es compleja por sí sola, y por eso este trabajo no puede ser superficial ni de corto plazo. Cambiar hábitos es difícil. Requiere tiempo, ensayo y error, y sobre todo, compromiso con el largo plazo.

Diseñar la estructura de trabajo fue más natural de lo que imaginé. Simplemente apliqué los principios del coaching: crear una conexión humana que actúe como puente entre la información y la acción. Comer es algo que hacemos todos los días, todo el día. Por lo tanto, el soporte también tenía que ser constante. En una primera etapa nos enfocamos en diagnosticar esas bases y entender las motivaciones profundas de cada persona. A partir de ahí, el resto fue construir: con libertad, con intención, con paciencia.

Después de tres meses acompañando a este primer grupo, puedo decir que la experiencia me dejó entusiasmado y esperanzado. Los resultados fueron diversos, como era de esperarse. Pero todos ellos lograron identificar sus principales oportunidades de mejora, y comprendieron cómo su alimentación impacta muchos más aspectos de su vida de lo que creían.

Durante junio voy a abrir 6 nuevos cupos para continuar este proceso con más personas. Esta primera etapa me confirmó que tengo las herramientas, pero también que los cambios reales necesitan más tiempo. La ciencia pop puede seguir repitiendo que 21 días bastan para formar un hábito. Yo creo que formar un estilo de vida es otra cosa. Y mantenerlo... bueno, eso es trabajo de toda una vida.

¿Y los resultados?

Sí, bajaron algunos kilos, mejoraron su composición corporal, pero más allá de eso: aprendieron a comer mejor, a identificar su hambre real, a priorizar el descanso, a gestionar el estrés, a entender su entorno. ¿Vale eso más que el número en la balanza? Yo creo que sí.

No se trata de perfección. Se trata de progreso.

No se trata de seguir un menú. Se trata de construir un sistema.

No se trata de copiar. Se trata de descubrir qué funciona para ti.

Si sientes que necesitas una mano para ordenar tu estilo de vida, feliz de ayudarte.

Esto recién comienza. Y me encantaría sumar más al proceso.

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