¿Cuándo los resultados no llegan?
Pareciera fácil hablar, o escribir, de esfuerzo, resiliencia y motivación cuando los resultados están a la vista. Pero cuando estamos a mitad de camino y los resultados no se ven, no se sienten, se hace mucho más complejo. Más difícil. Nos despertamos día a día con la convicción de seguir adelante, creyendo que estamos haciendo todo los posible, todo lo que está en nuestro control, para lograr el objetivo. Somos capaces de entender que los resultados, esos que realmente valen, no son inmediatos, no son instantáneos. Una y otra vez nos convencemos de que vamos por el camino correcto y sólo debemos seguir intentándolo. Intentarlo una vez más y los resultados llegarán eventualmente. Sigue intentándolo.
Durante este proceso se vuelve difícil, se siente difícil, se siente incómodo. Dudamos de lo que estamos haciendo. Sentimos que no es correcto lo que estamos haciendo. Empezamos a perder la convicción, vamos perdiendo la fe en el proceso, vamos dejando de creer. ¿Qué es lo que nos mantiene peleando a pesar de no ver resultados? ¿Cómo sigo intentándolo si no puedo ver el final del camino?
Son tantos los ejemplos que se me vienen a la cabeza de cosas que hago de manera constante y consistente, que no veo resultado, pero sigo intentándolo. A veces pienso que es solo ser terco, es no querer darme por vencido porque hacerlo es perder, es hacer real la pérdida. A veces creo que es una manera de evadir, de mantenerme ocupado sin aceptar la realidad. Esa cruda realidad que te muestra que no importa cuanto lo intentes, no vas a llegar al final del camino, no es el camino correcto. Trato de hacerme cargo de los que está en mi control y dejo ir aquello que no puedo controlar. Mi esfuerzo diario, mi foco diario, eso es mío y nadie puede arrebatármelo.
¿Y si los resultados nunca llegaran?
Es triste pensarlo, pero es real. Existe mucho que está fuera de nuestro control, que puede hacer que el resultado no sea el esperado o que puede hacer que todo este esfuerzo sea en vano. La pregunta queda planteada. Ya nos olvidamos de los resultados un segundo y nos preguntamos.
¿Y si todo este esfuerzo fuera en vano?
Creo que el esfuerzo nunca es en vano, creo que en el sólo acto de esforzarnos existe un valor, un gran valor. Cada vez que vencemos esas dudas y nos enfrentamos de frente al esfuerzo de cierta forma ganamos. Ganamos en resiliencia, ganamos en actitud, ganamos en compromiso y ganamos en convicción. Es cierto que nuestro esfuerzo puede llegar a ser en vano para la consecución del objetivo, pero nunca será en vano para la construcción de nuestro ser. Todo lo que somos es una construcción de nuestro esfuerzo de nuestras batallas.
No he llegado a la meta, no estoy ni cerca del resultado. Pero no te engañes, estás mirando el resultado equivocado. No se trata de al lugar que llegues, se trata de como llegas, de como te transformas en lo que quieres ser con cada paso, con cada esfuerzo. Esa es la persona que estas forjando, en quien te estás convirtiendo.
La próxima vez que te preguntes si vale la pena seguir adelante a pesar del resultado. Mira bien lo que has logrado, evalúa con sabiduría el real resultado. Ve tu transformación y comprende con claridad.
Cada esfuerzo, cada momento es parte del resultado.
Lo estás logrando.
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