El deportista mediocre
La palabra deportista se atribuye a quien practica un deporte de manera recreativa o profesional, la definición de la palabra no hace distinción entre la intención u objetivo de la práctica deportiva.
El día de hoy quiero escribir respecto a varios puntos, todos en torno a la práctica deportiva y como la he vivido a través de mi vida. Sólo reflexionar al respecto, sin complicaciones, sólo un cúmulo de hechos los cuales, a veces, en retrospectiva toman distintos significados.
Durante mi infancia, pre adolescencia y adolescencia fui practicando distintos deportes, con distintos resultados. El primero que me cautivó fue el futbol. Hermosa pasión, ¿porqué llegué a este deporte? La verdad que no lo se. Pero recuerdo que era parte de ser niño, jugar a la pelota. Al mismo tiempo, en aquella época empiezo a jugar rugby. No me parecía tan entretenido como el futbol, debo ser sincero, al menos en un inicio. Pero algo me hizo practicarlo, a la fecha creo que fue un poco influenciado por mi madre y su recuerdo de su hermano practicando y jugando rugby. Mi experiencia con ambos deportes fue bastante linda, tengo lindos recuerdos, pero algo que puedo destacar es que nunca fui tan bueno para ninguno. Jugaba, lo disfrutaba y perdía bastante seguido. No lo recuerdo como algo terrible, y lo cierto era que era mejor jugando rugby que futbol. Pero el futbol lo disfrutaba más o al menos lo vivía con mayor dedicación. El rugby, que se me daba con mayor facilidad, nunca le puse mucho empeño. Perdí muchos partidos con mi equipo y la suerte no fue muy distinta con el futbol. Derrota tras derrota fui forjando mi carrera deportiva.
En aquellos años de mi vida en algún momento llegué a las artes marciales, practiqué cerca de un año de karate. Lo recuerdo también como una linda etapa. Esta etapa recuerdo se vio truncada por una baja en mi rendimiento académico que llevó a dejar esta disciplina, por supuesto no por decisión propia. Entre esos años tuve pasos por natación, hice un poco de atletismo, principalmente salto alto. Como siempre no destacando en ninguno y acumulando derrotas cada vez que llevábamos estos juegos al plano de la competencia. Hago el esfuerzo de tratar de recordar momentos de celebración y júbilo. Tal vez se borraron o lo que es más probable. Nunca existieron.
Creo que nunca me tomé el deporte muy en serio, siempre lo vi como un juego, un juego en el que no quería perder. Pero como perder era parte de los posibles resultados, en mi cabeza, si no me esforzaba en realidad no estaba perdiendo. Es extraño, pero ahora lo pienso así. Creo que nunca me esforcé mucho en ninguno de los deportes como una manera de protegerme de no querer perder, de no querer fracasar. Para ese Daniel que estaba creciendo existía una correlación entre el esfuerzo y el resultado. Si perdía sin esforzarme no importaba, no eres malo si pierdes sin esforzarte. Ahora si pones todo de ti y fracasas eres realmente un perdedor y no quería ser eso.
A través de mi vida he sido siempre un deportista mediocre. Siempre me he alejado de la competencia, de ponerme a prueba, porque no quiero perder, porque realmente si me importa. No quiero sentirme expuesto a que otros vean que no soy capaz. Creo que eso no está bien y que tal vez exponerme a esto me hubiera servido para lidiar mejor con el fracaso. Me hubiese entregado una herramienta más para entender que en la vida tenemos que correr riesgos y que muchas veces vamos a perder, pero realmente no importa. Creo que me perdí una enseñanza maravillosa del deporte.
Hoy miro hacia atrás con nostalgia esos años. ¿Me gustaría haberme esforzado más en la práctica de alguno de esos deportes? La verdad es que si, me gustaría tener historias de deportista fracasado, pero no mediocre. Me gustaría pensar que lo intenté y como la mayoría perdí. Pero me quedó con la sensación de que nunca lo intenté y no haberlo intentado es como no haber existido. Creo que en esa etapa de la vida es importante tomar esos riesgos, equivocarse y perder, aprender a fracasar, aprender a perder. El costo es bajo y el aprendizaje es mucho.
A mi edad actual el panorama es distinto. No quiero competir en los deportes que practico porque cumplen una función 100% recreativa. En esta etapa de mi vida el deporte o la actividad física deben cumplir un rol para nuestra salud. Ya no se trata de demostrarte lo que puedes lograr o de los aprendizajes que puedes obtener para tu desarrollo, en esta etapa se trata de tu salud, de vivir una vida con autonomía física y alejado de las enfermedades metabólicas. Ese rol quiero que el deporte cumpla en mi vida. La victoria se encuentra en seguir moviéndome cada día. No recuerdo que moverse fuera tan difícil en esos primeros años. No recuerdo los dolores en el cuerpo o que tirarme al piso fuese tan complicado. Hoy en día tengo otro cuerpo, uno que tiene muchas más millas recorridas y que siente el paso del tiempo en cada sesión de entrenamiento. Me pasa seguido el ver a personas que gastan horas de su vida en tratar de llegar a competencias arriesgando constantemente su salud, su integridad física a una edad que no pareciera una buena estrategia, muchos acarrean lesiones crónicas buscando el orgullo de una victoria, cuando en el papel sólo les entregará dolor futuro. ¿Vale la pena? Puede que si, yo como deportista mediocre no soy capaz de ver ese valor, me cuesta entenderlo, sobre todo en el largo plazo.
¿Cuál es la conclusión de todo este relato sin sentido?
Creo que el rol del deporte y la actividad física tiene una temporalidad dentro de nuestra vida. Que debemos, a temprana edad, explorar distintos deportes y que en nuestra adolescencia el comprometernos con la practica y la búsqueda de la maestría en alguno de ellos nos puede traer enseñanzas valiosas para la vida. Que a medida que vamos creciendo el rol que cumple la actividad física en nuestras vidas debe ir cambiando, debe adaptarse a la realidad que vivimos y debe buscar entregarnos más salud que diversión. Esta estrategia nos va a permitir seguir disfrutando de nuestro cuerpo por muchos años más. Si continuamos segados buscando no fracasar terminaremos perdiendo el juego más importante, el que se trata de nuestra salud.
Hoy en día practico CrossFit todos los días. Este cumple un rol 100% hacia mi salud, quiero poder seguir moviéndome el resto de mi vida y mantener rangos de movimiento sanos. Logro encontrar en el CrossFit un equilibrio entre entretención y salud. Hago Jiu Jitsu un par de veces a la semana, me permite cultivar los procesos de aprendizaje, enseñar a mi cuerpo que nunca es tarde para aprender cosas nuevas y ponerme constantemente incómodo en una disciplina que créanme, es de lo más incómodo que puedes practicar. Por último está la halterofilia, deporte que realmente disfruto, pero que debo hacerlo con precaución, a mi edad ya mi cuerpo no necesita mucho de eso y se beneficia más de el disfrute que me entrega en el aspecto mental.
Es cierto que soy un deportista mediocre, pero creo que en esta etapa de mi vida mi mejor estrategia es apostar por ese camino. Ganarle al proceso de envejecimiento y la decrepitud, esa es la victoria que quiero alcanzar.
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