¿Quién paga la cuenta?
Estoy harto, aburrido, cabreado y frustrado. Ya han sido más de 15 meses y no se logran cambios o mejoras en la situación que estamos enfrentando. Una vez más caemos en la solución que nuestras autoridades han encontrado más a mano. Cerrar todo. Agobiados porque nada da resultado recurren una vez más a la táctica por excelencia que todos sabemos que no funciona. Esa que a estas alturas no sabemos si es peor el remedio o la enfermedad.
Y cada vez que nos encierran, que nos privan de la posibilidad de trabajar, no puedo dejar de pensar. ¿Quién paga la cuenta? Porque la ecuación es muy simple. El mismo día que cierro tengo que pagar Previred y en un par de día más los impuestos. Acabo de pagar los arriendos de los locales, por todo el mes. Estamos a 11, 19 día que no podremos hacer uso de nuestras instalaciones. Las cuotas de los créditos, que tenemos que pagar con el trabajo que hacemos día a día, los Bancos siguen cobrando, somos nosotros los que no podemos seguir trabajando. Llegan las cuentas personales, colegios, arriendos, comida. Las cuentas se siguen acumulando. Pero así como unos no podemos trabajar. Porque simplemente no somos suficientemente importantes, otros siguen con la maquina, pasando por arriba de los que si pagamos la cuenta.
Seamos claros. Los que pagan la cuenta son las empresas, son las personas. Quédate en casa y que alguien pague. Quédate en casa mientras el estado elige quienes pueden sobrevivir.
La crisis sanitaria indudablemente se escapó una vez más de las manos. Lo que sigue resultándome inconcebible es que insistimos en las mismas estrategias. Buscamos una vez más hacer lo mismo, para repetir el fracaso. Ha pasado tanto tiempo y no hemos aprendido nada. Han pasado largos meses y seguimos sin reaccionar, sin ser capaces de tomar medidas que realmente impacten el problema. Y de la misma forma, seguimos ignorando la realidad. Que los contagios se dan en las reuniones sociales, las reuniones familiares. No es los centros de entrenamiento, no en el comercio. Pero cada vez que la cosa se pone complicada, cerramos aquello que tanto puede ayudarnos. Veo cómo logramos abrir 5 semanas, sin contagios, cuidando a nuestros alumnos, entregándoles un espacio de salud, de alegría, de comunidad. Pero nada de eso importa.
Es curioso, pero ayer pensaba como llegó el momento de cambiar de rubro. Podría empezar a vender comida chatarra y ayudar a enfermar más a la población. Eso si lo puedo hacer, eso tiene la venia de nuestra sociedad, eso está bien. Podría dedicarme a vender alcohol. La principal droga socialmente aceptada que ha matado miles de personas más que el Coronavirus. Eso si no tiene restricciones, todo lo contrario. Incluso los cigarros son considerados más importantes que la actividad física. Curioso que nadie haya buscado restringir el tabaco considerando que multiplica las posibilidades de hacer un cuadro grave de COVID, pero da lo mismo, sigamos fumando no más. Pero no vayas a hacer deporte.
Lo curioso es que aquellos que no me dejan trabajar y que me tratan como un "negocio" innecesario son los mismos que consideran importante que podamos llenarnos de hamburguesas y dulces. Son los mismos que promueven la alimentación que nos enferma, los hábitos que nos están matando realmente. Todo con el maravilloso e hipócrita slogan "Yo me cuido". Como si ponerse una mascarilla mientras nos fumamos un cigarro fuera sinónimo de cuidar nuestra salud.
Mis descargos pueden seguir horas. Pero al final la respuesta la tengo clara. El estado lo dijo claro y el Banco me lo recuerda todos los días. Acción paga la cuenta, hasta el punto que tenga que pagarlo con desaparecer si es necesario. Es el precio que debemos pagar por ser considerados innecesarios.
Ya me quedo sin argumentos, sin ganas y sin recursos. Un encierro más que aguantar, ¿para que? Para que en un mes más tengamos que volver a pagar la cuenta por las malas decisiones de otros.
Cuesta ya encontrar motivos para seguir luchando.
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