Un relato, un día, una lucha

Se me pierde el relato, días de altos y bajos, de constantes cambios y frenéticos minutos. Cada día comienza muy temprano en la mañana y me divido en distintas tareas. Constantemente me siento agobiado, a veces pierdo el foco. Trato de respirar un par de segundos, recordar porque sigo adelante, pensar en mi familia, apretar los dientes y decidir seguir.

4:45 AM suena mi despertador, nunca he sido bueno para levantarme temprano, pero aún así disfruto mi pelea de cada día contra el "Daniel dormilón", siento que cada día es una victoria contra la adversidad. Comienzo mi día haciendo clases de CrossFit. Nunca imaginé estar dedicado a esto, esta actividad se cruzó en mi camino y en la actualidad me dedico un par de horas al día a disfrutar el entregar salud y actividad física a otros, pero desde la primera línea, ya no más escondido detrás de un computador. Esto no estaba en mis planes, pero realmente lo disfruto. Sonrisas, gente madrugadora, muchos aún duermen, muchos que lograron vencer la batalla del seguir acostados, muchos que aún no saben como se despertaron. Algunos dormilones igual que yo, otros madrugadores innatos. Recibo el cariño cada mañana de aquellos que agradecen estar ahí y que agradecen que nuestro espacio siga ahí. Ver como se saludan unos a otros, van a sus espacios de trabajo (fucking COVID) y se preparan a recibir las instrucciones de la clase. Hay risas, hay alegría y mucha camaradería. No elegí estar aquí, pero me siento agradecido de estarlo.

La mañana transcurre con varias clases y mucha alegría. Momentos mágicos que se viven en las clases que sólo aquellos que han participado, que han vivido la experiencia pueden entender. Una mezcla de sufrimiento y felicidad. Mucha endorfina, mucho esfuerzo y una pizca de frustración. Todo termina con el sonido del "timer" y el grito al aire de "tiempo". Se termina el sufrimiento, se escuchan aplausos y se comparte la alegría del trabajo terminado. Acá aparecen las risas más genuinas, aquellas que se escapan de los cuerpos, que no son planeadas y que obedecen a la tempestad de hormonas de la felicidad que recorren nuestro cuerpo al completar la tarea.

Termina la primera parte de la jornada. Hay que empezar a ordenar temas administrativos, revisar cuadres de caja. Revisar y tratar de buscar soluciones a los mil y un problemas que nos trajo el COVID y  que me tienen cada día con angustia por encontrar las formas de salvar todo esto, cueste lo que cueste. Creo que es parte de mi "mantra" hoy en día. Porque es difícil cuantificar todo lo que se ha perdido a la fecha. Pero me niego a darme por vencido, pese a que los golpes se sienten cada vez más duros.

Llega la mitad de la mañana y me toca reunión con mi equipo. El grupo de nobles personas con las que tengo el lujo de compartir esta lucha. Esta etapa, tal ves la más significativa, y sin duda el grupo de personas que está dejando una marca en mi vida. Parte de lo que me ha enamorado de liderar un equipo tiene que ver con influir de manera positiva en otros. Tratar de ayudar a que más personas cumplan con sus objetivos, logren desarrollar sus vidas profesionales y encuentren el camino que buscan. En esta ocasión es tanto lo que me han enseñado ellos y la entrega que he recibido. 

Durante la reunión revisamos todos los flancos que estamos tratando cubrir. La apertura de operación en Providencia, los planes para re abrir La Florida, como mejoramos algunos aspectos de la sucursal de Las Condes. Búsqueda de nuevos coaches y miembros del equipo, el status de nuestros proyectos Online y como siguen. Nuevos desarrollos y un largo etcétera de distintos "pendientes". Pareciera que los problemas no terminan. Pero definitivamente son los problemas que quiero enfrentar, que elijo buscar la forma de superar. Los recursos son escasos pero los propósitos siguen fuertes y claros.

Termina la reunión, reviso correos. Me llegan un par de reclamos, ya son parte del día a día. Trato de ver como solucionar y me apoyo en mi Sra. Ella está en estos momentos ha volcado parte de su tiempo en tratar de ayudarme a levantar todo esto. Porque si hay algo que he aprendido en toda esta etapa, es que no estoy solo, que mi familia es el pilar fundamental que le da el soporte a mi vida y que me permite lograr lo impensado. Que me permite hacer frente a la adversidad, con una sonrisa y un nivel de confianza que a veces me hace sentir invencible (aunque no sea cierto).

Un alto en el día. Me detengo 10 minutos para una meditación guiada. Un tiempo para mi, para tratar de calmar mi cabeza y recuperar el foco. Se hace difícil y a pesar de que a simple vista, con todo lo que debo hacer, pareciera tiempo perdido, he logrado aprender la importancia de esos momentos. El recuperar el foco para poder enfrentar cada uno de los problemas que llegan sin preguntar. 

A las 13:00 horas un respiro. El momento del día para mi. Durante una hora participo de una clase, me dejo llevar por las instrucciones de un coach y me entrego a divertirme con el deporte. Dejo que mi cuerpo haga su trabajo y logro bloquear durante 1 hora los pensamientos y las responsabilidades. Disfruto el momento, sin preocupaciones, sin tratar de arreglar el mundo. Solamente enfocándome en terminar una tarea. Termina el WOD (trabajo del día) y de cierta forma se siente como una victoria. Eso que nadie puede quitarme, la satisfacción de seguir moviendo mi cuerpo pese al tiempo, las preocupaciones, las lesiones o la edad. Cada día se siente como un triunfo. En estos momentos realmente necesito de estas sensaciones.

Almuerzo junto a mi familia. Mi hija pequeña, de 2 años y medio, se encarga de devolverme a la realidad. Ella está bien, crece sana y feliz. A pesar de todo lo que estoy enfrentando logro mantenerla a ella a salvo. Disfrutando de su infancia sin entender mucho lo que pasa alrededor. Me siento un afortunado de poder protegerla de todo esto. Disfruto un rato su compañía. Intento de leer un rato antes de partir a trabajar de nuevo. Escucho suavemente su voz que me quita el libro y dice "Papi?". Quiere jugar un rato. Nuevamente me permite desconectarme, me doy un tiempo de reír, de conectar con alguien que sólo me entrega amor.

Seguimos la tarde, nuevamente y con toda la energía. Vuelvo al box, ahora a Providencia. Me encuentro con alumnos que vuelven., no puedo esconder mi alegría, pese a la mascarilla que debo llevar en todo momento, no dejo de sonreír. Personas que llevan años siendo parte de nuestra comunidad, que pese a todo lo acontecido, están una vez más apoyándonos.  Que quieren levantar todo esto. 

La tarde transcurre entre reuniones. Tratar de seguir coordinando esfuerzos. Proyectos online que queremos mantener vivos, y que pese a que no han dado los resultados esperados, sabemos que el camino es largo. Que a través de la prueba y error lograremos avanzar. No tratamos de levantar proyectos "unicornio". Pueden no ser ni la mitad de sexies que los populares starups. Pero no cabe duda de que pueden lograr un gran impacto.

Llegadas las 19:30 veo una clase llena (10 personas, esa es nuestra versión de clase llena en esta pandemia), el coach a cargo ve que tendrá problemas. 4 clases de prueba, un par de alumnos en su segunda clase y alumnos antiguos que vuelven a entrenar. Dejo lo que estoy haciendo y me sumerjo en la labor de la enseñanza. Risas y buena onda. Ganas de aprender y frustración son las que acompañan todo el proceso. Voy tratando de quitar un poco de trabajo al coach, para que pueda desarrollar la clase y me trato de enfocar en aquellos alumnos que vienen a probar, que quieren entender de que se trata esta locura del CrossFit, o que simplemente decidieron cambiar sus hábitos. Trato de ayudar y apoyar, recibo un par de sonrisas y agradecimientos.

20:15, debo partir a ver el cierre en Las Condes, lamentablemente por el toque de queda que rige actualmente, muchos de mi equipo tienen problemas para movilizarse. Voy a buscarlo y de la misma forma aprovecho de ver como cerró todo en la sede. Llego y hay un grupo de alumnos disfrutando de la clase. Todo OK. Se termina la clase y cerramos el local. Trato de acercaral coach a su casa y luego finalmente doy por terminado mi día. Cerca de las 21:15 llego a mi casa. Mi hija pequeña duerme. Finalmente abro una cerveza y caliento un plato de comida. Largos días y largas horas. No se si me llevarán a algún lado. Siento que el optimismo se apodera de todos en estos momentos. Hay menos contagios, las vacunas van moviéndose bastante rápido y tenemos mayor actividad económica. Muchos habla de que ya pasó lo peor. Por algún motivo no comparto esa visión. Aún me siento en "survivor mode". Siento que lo peor está por venir. Que aún me queda mucho por soportar.

Mis días parecen eternos, pero los logro disfrutar a concho. Entremedio de clases, proyectos, reuniones de equipo y de compartir con los míos, tengo que lidiar con problemas, con los golpes y las consecuencias de los fracasos. Todo esto parece una locura, no puedo creer que va casi un año de este mundo paralelo, de esta nueva realidad. Me preparo para dormir, para terminar mi día. Listo para partir de nuevo, con la misma sonrisa y las mismas ganas que el primer día que partí este proyecto. No quiero dejar de hacer esto.


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