El peso del fracaso

Durante mi vida escolar, así como muchos niños, jugar futbol era una de mis principales entretenciones. Y no solo cumplía con ser una entretención. También era una de las actividades que involucraba el ganar o perder. Tenía ese condimento de la competitividad que hace que las actividades se llenen de otras emociones (para bien o para mal). Recuerdo estar jugando la final del campeonato de Futbol de mi colegio. El partido termina empatado y debemos definir a penales. Mantengo vivo el recuerdo del momento cuando decidí lanzar uno de los penales. Y también recuerdo haber fallado en mi intento. Fallé en mi intento, perdimos el partido, perdimos la final, rápidamente se evoca en mi el sentimiento del fracaso. Al menos ese sentimiento hasta el día de hoy, unos 25 años después, recuerdo como se sentía. Probablemente fue perder en algo que realmente me importaba y por eso del recuerdo tan marcado.

Siempre es duro hablar de fracasos. El simplemente mencionar esta palabra nos afecta a todos. Evoca difíciles recuerdos, nos lleva a revivir momentos incómodos, nos trae a la mente imágenes de dolor y angustia. Por otro lado, el hablar de fracasos nos pone en una posición que pareciera vulnerable. Todos se acerca a mostrar compasión. Palabras se repiten, “pobrecito”, “ánimo”,” no fue tu culpa”. Rápidamente la reacción de todos es tratar de minimizar el impacto de la situación y tratar de que no nos afecte. Cuando en realidad el fracaso debe afectarnos.

No puedo dejar de catalogar este 2020 como mi primer gran fracaso. Al menos en algo que realmente me importa. Pese a intentarlo, una y otra vez, durante más de 9 meses solo he cosechado fracasos durante este 2020. Ideé una estrategia para tratar de cuidar a mi equipo y que nos pudiéramos mantener unidos, fracasé. Armé todo un plan para mantener el flujo de caja y los ingresos, fracasé. Cada vez que se ha visto un atisbo de posibilidad de comenzar con la operación lo he intentado y me han cerrado la puerta una y otra vez, fracasé. Levantamos variados proyectos, con focos distintos tratando de apelar a las necesidades actuales y adaptándonos, rotundos fracasos.

Acá es dónde por lo general aparece la condescendencia. Palabras que escucho a menudo en estos tiempos. “Daniel, pero estamos enfrentando una pandemia, esto no es tu culpa”. Claro que si es mi culpa. Mi responsabilidad es con este proyecto, con ser capaz de sacarlo adelante, administrarlo y llevarlo a través del tiempo a ser un referente en la salud física y mental de las personas. El proyecto está al borde de desaparecer. No fui capaz de sortear una pandemia. Fracasé. Ahora, debemos entender que la consecución de la tarea era muy difícil. Soy consciente de aquello. El lograr superar este desafío requería grandes habilidades. Que lamentablemente no poseo aún. Esta experiencia me entregó un aprendizaje único, saqué en limpio mucho y me siento orgulloso de intentarlo. Pero lo cierto es que fracasé.

Se que por delante vienen muchos nuevos fracasos. Tendré la oportunidad nuevamente de equivocarme y aprender. Seguir intentando y poner una vez más a prueba mis capacidades. ¿Lograré mi objetivo? Solo el tiempo me irá mostrando el camino y dependeré de las enseñanzas de cada uno de los fracasos.

Termino este año bien. Bien a pesar de los fracasos. Bien a pesar de todo lo perdido. Bien por todo lo aprendido. Mi familia está bien, mi salud está bien y tengo más experiencia. El futuro sigue dependiendo de mi y sigo teniendo la oportunidad de escribir mi siguiente capítulo. Esto es un fracaso, pero esto no ha terminado.

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