Cambiar el Mundo

A veces simplemente creo que mi ego es demasiado grande. Tengo esa compulsión a creer que el mundo gira en torno a mi y que si me lo propongo soy capaz de hacer cosas extraordinarias. Pero la realidad es que sigo siendo un simple mortal, lleno de frustraciones e inseguridades, plagado de fracaso y equivocaciones. A través del tiempo mi existencia me recuerda constantemente, que a pesar de que lo quiera con todas mis fuerzas, la mayoría de las veces, no basta con tener la voluntad.

Me esfuerzo todo lo posible porque estas palabras no suenen condescendientes. Pero es difícil. Me siento derrotado, ya llevo 7 meses intentando cambiar la realidad y proteger un proyecto que pareciera estar destinado a desaparecer. Son muchas las fuerzas que empujan en nuestra contra, y pese que constantemente recibo palabras de apoyo y que me encuentro inmerso en una comunidad plagada de buenas intenciones, la realidad es que la buena voluntad y las buenas intenciones no son suficientes ya para cambiar nuestro destino.

El día de ayer me enfrento nuevamente a una realidad. Pese a tratar de implementar todas las medidas sanitarias posibles y tratar de asegurar por todos los medios el que la salud de las personas no se ponga en riesgo por la emergencia sanitaria en la que estamos inmersos, la respuesta fue negativa. No hay alternativa. La norma dice que no podemos trabajar. Las reglas nos indican que las personas pueden desplazarse libremente por la ciudad y el 90% de los negocios pueden funcionar de manera segura. Simplemente nuestra labor, nuestro trabajo, no es suficientemente importante para correr el riesgo. Porque el análisis de nuestras autoridades es simple. Se trata de riesgo vs beneficio. Y no valemos la pena, no entregamos suficiente beneficio como para correr un riesgo. Triste realidad.

Es duro sentirse así. Es duro sentir que no te dejan trabajar, que te despojen de algo tan básico, como lo es el sentir que somos útiles para nuestra sociedad. De que algo podemos aportar. De que podemos valernos por nuestros propios medios, que no necesitamos bonos ni subsidios, sino que podemos ser un aporte y "ganarnos" nuestro sustento.

Ya son muchos golpes de distinta índole, pero por supuesto que está el perjuicio económico. Aquel que nos tiene al borde del abismo. Porque no importa la voluntad, estamos en un sistema económico en el cual el fin de los recursos determina el fin del proyecto y estamos en los descuentos. También he perdido gran parte de mi equipo. Una parte esencial de este proyecto y parte de aquellos que siempre busqué proteger y ya hoy en día no puedo porque simplemente me quitaron el derecho a trabajar en el proyecto que construimos. No solo eso. Hace 7 meses me quitaron la posibilidad de seguir trabajando en mi sueño, en esta locura de cambiar el mundo. Esta locura de transformar uno de los países más sedentarios, más deprimidos, más obesos y más infelices, en un país lleno de actividad física y buenos hábitos. El sueño de lograr "contagiar" al resto con buenos hábitos, con una vida mejor. Creo que lo que más me duele es eso. Que me hayan quitado la esperanza. O que de cierta forma, después de 7 años, me hayan devuelto al punto de partida.

Me cuesta sentir que vale la pena seguir luchando. Porque a pesar de trabajar 7 años construyendo esto, no logré que fuera lo suficientemente relevante para que valga la pena salvarlo. En 7 años no pude hacer que nuestra sociedad le diera la importancia que merece nuestro trabajo. Ahí estamos mezclados con los cines, con la entretención, con el ocio. Porque eso somos, la respuesta de todos es super simple. Anda a hacer deporte a la plaza, muévete en tu casa. El problema se arregla fácil, no es necesario que los gimnasios funcionen. Ojalá fuera tan simple, ojalá fuera tan fácil. La realidad es que las tasas de sedentarismo se incrementaron, la obesidad subió, la salud mental se deterioró y nuestra salud general se sigue destruyendo. Pero a nadie le importa, porque es culpa de todos o de nadie o del Coronavirus, que importa, quédate encerrado en casa.

A veces siento que Acción debe morir, debe terminar, casi como un símbolo de lo que es nuestra sociedad. Una manera de que nos cuestionemos nuevamente nuestras prioridades y nuestros desarrollos. Que a nuestro entorno le duela realmente lo que está haciendo y vivamos en un mundo dónde no existan estos espacios. Lentamente me doy cuenta que es mi ego hablando, que posiblemente Acción muera y al poco tiempo, a nadie le importe. Y que todo lo que construimos quede en el olvido o simplemente como un lindo recuerdo. Que simplemente el COVID nos liquidó.

Quiero cambiar el mundo, pero al parecer el mundo no quiere cambiar. Al menos no hoy.


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