Aprender a estar equivocado.

Aprender a estar equivocado.

Ya estoy cercano a los 39 años. Pese a que se que me estoy adelantando, mis 40 años están a la vuelta de la esquina. Ya llegaron, ya soy prácticamente un viejo de 40. Y como todo viejo empiezo a hacer algunos recuentos y trato de usar mi experiencia para “enseñar” de cierta manera a otros. Hoy quiero compartir algunas de las verdades que he logrado descubrir en estas 4 décadas. Lamentablemente, para todo el tiempo que ha significado, no son muchas. Simplemente son unas premisas que a la fecha he descubierto que tienen un alto nivel de certeza

Axioma 1: Vas a morir. Creo que este no necesita explicación (de ahí que sea un axioma), tenemos 100% certeza de la naturaleza mortal de los seres humanos. Todos vamos a morir, eventualmente, la diferencia es cuando y como. Nuestro tiempo en este mundo es finito.

Axioma 2: La única constante es el cambio. Amo esta frase. Porque tiene ese juego de palabras que le permite ser una verdad en si misma. Porque al mismo tiempo que afirma algo lo niega. Simplemente tiene una belleza en el lenguaje que para mi resulta excepcional. A mis 40 años les puedo asegurar que todo va a cambiar. Ya sea una pandemia, un terremoto, una crisis existencial, un accidente, un plan concretado. Para bien o para mal, las cosas van a cambiar.

Axioma 3: Estás equivocado. Este sea probablemente el más difícil de aceptar. Porque ataca nuestro ego, va directo a nuestra naturaleza de seres superiores y nos hace cuestionarnos todo. Queremos vivir con seguridad, queremos estar tranquilos, pero la verdad es que constantemente nuestras certezas se derrumban. Con esto no me refiero que el 100% de las cosas que hacemos o creemos están equivocadas. Pero dado la historia que nos precede, debemos ser capaces de entender que, si alguien se equivocó, probablemente eres tú. Acá les voy a enumerar solo algunas veces, sin esforzarme mucho, que sé que me he equivocado.

¿Recuerdas tu primer amor? Probablemente en ese momento creíste que iba a ser para siempre. Tenías la certeza de que sería para toda la vida y que nunca podrías enamorarte nuevamente. Estabas equivocado. Cuando terminaste el colegio y pensabas, “tengo que tomar una decisión que va a definir lo que voy a hacer el resto de mi vida”. Ese momento no definió nada, sólo es un paso dentro de tu vida. ¿Alguna vez creíste que la droga o el alcohol era una solución real a tus problemas? Estabas equivocado. ¿El trabajo que creíste que era el indicado? Probablemente nunca lo fue. ¿Ese amigo con el que compartirías para siempre? Te equivocaste. Voy a perdonarlo, si no volverá a ser infiel. No vuelvo a beber. Y existe un largo etcétera de malas decisiones, errores o certezas que simplemente ahora en retrospectiva, tengo claro que no lo son. Toda esta experiencia me ha llevado a entender algo en cada decisión que tomo. ESTOY EQUIVOCADO, eso no hace por supuesto que no tome las decisiones. Simplemente me hace enfrentarme a las decisiones con la constante certeza de que debo cuestionarlas, que, aunque parezca que es la VERDAD, probablemente no es más que un engaño de mi cabeza. Entender que no existe nada 100% cierto, que todo cambia y que debemos cuestionar todo. A esto no me refiero a la paranoia de las teorías conspirativas en todos lados. Me refiero a cuestionar lo que hacemos, cuestionar nuestras creencias constantemente, porque lo que puede parecer cierto hoy, es muy probable que no lo sea el día de mañana. Bajo ningún motivo me refiero a vivir cuestionando a los otros, que hoy en día, en el mundo de las superioridades morales que vivimos, pareciera ser uno de los deportes favoritos. Me refiero a cuestionarnos a nosotros mismo. A no creer de manera abosulta, en todo lo que creemos que es cierto.

De cierta forma siento que el creer en verdades absolutas es propio de la juventud. En esos momentos que crees, firmemente, que el veganismo es la única forma, que el comunismo es como deberíamos organizarnos, que el amor que vives nunca más lo volverás a sentir. Dónde todo es único, real y para siempre. Por algún motivo nuestra mente nos genera esa distorsión y nos hace creer que las cosas son así. A mis 40 años, les digo que no es así.

Tal vez lo son, tal vez una vez más estoy equivocado. No lo sé, pero los números me avalan, la historia me respalda. Todo lo que acabo de escribir puede estar equivocado y vale la pena cuestionarlo.


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