Comenzar a sanar
He fallado. He fallado una vez más. No es la primera vez, y estoy seguro de que no será la última. Pero hay errores que duelen más que otros, porque hay cosas que simplemente nos importan más. Estas semanas han sido duras, pero lo más difícil ha sido enfrentar mi error. Reconocerlo. Aceptarlo. No puedo mentirme, no puedo traicionarme.
En los últimos días volvió un Daniel que no veía hace tiempo. Un Daniel que pensé que había dejado atrás. Uno que creía que la pasión, el conflicto y las emociones podían usarse como combustible para lograr los objetivos. Que el fin justificaba los medios. Que, sin importar si se hería a alguien en el proceso, lo importante era el resultado. Ese Daniel me ayudó a avanzar, pero también me hizo daño, y se lo hizo a otros. Hace tiempo decidí dejar ese personaje atrás. No ha sido fácil. Me ha requerido cambiar desde adentro, aceptar mi imperfección, mirar mis errores de frente. Comprender que no basta con obtener el resultado que quiero, si en el camino pierdo el respeto por lo que soy, por lo que quiero representar. Entender que la forma también importa, tanto como el fondo. Que mis valores no son intercambiables.
Sueño con ser un gran líder. Creo que esa fue una de mis mayores motivaciones para cambiar. Es lo que me llevó a leer, a aprender, a escuchar, a buscar con humildad las respuestas que no tenía, a pedir ayuda. Es lo que me obligó a mirarme al espejo y reconocer que no estaba ni cerca de ser ese líder que imaginaba. Sí, había personas que me seguían, pero muchas veces lo hacían por por las razones equivocadas. Me di cuenta de que eso no era lo que quería. Que sí me importa el resultado, pero también el camino. Que sí me importan las personas.
Durante estos años he tratado de avanzar intencionadamente. He trabajado por ser claro con mis valores, con mi propósito. He intentado liderar desde el ejemplo, desde la integridad, desde la coherencia. He apostado por construir un proyecto en el que esas cosas importen. En el que quienes crean en cambiar el mundo desde el coaching, desde la salud, desde las conexiones humanas, se suban a esta locura conmigo. Que quienes resuenen con esta visión se sumen al proyecto Acción y caminen conmigo, creyendo que podemos construir algo que perdure. Algo que haga que nuestro tiempo en este mundo valga la pena. Algo que dé más de lo que toma. Algo que tenga sentido, en la forma y en el fondo. Algo por lo que valga la pena levantarse cada mañana.
En este camino he tenido que cambiar muchas cosas de mí. Y también les he pedido a otros que cambien. Pero no puedo obligar a nadie. Y menos puedo hacer sentir a alguien que vale menos porque no quiere o no puede cambiar. Uno de los valores de Acción es el cariño y la preocupación por la persona. Y ahí fallé. Porque aunque el mensaje pueda tener razón, si no se comunica con respeto, se pierde. Se distorsiona. Se destruye. ¿Y por qué se destruye? Porque no puedo demostrar cariño si te estoy gritando. Porque no hay confianza si te hablo desde la rabia. Porque no se construye un equipo con miedo o con presión. Y así, simplemente, no se lidera a un grupo de excelentes personas como ustedes. Fallé. Me equivoqué. Y me avergüenza.
La verdad es que quiero más de mi equipo. Porque creo que ustedes pueden mucho más. Pero mi frustración se apoderó de mí, y perdí el control. Quiero construir un espacio donde el coaching, la preocupación por las personas y el profesionalismo sean nuestro principal activo. Quiero que los coaches que trabajan aquí sean reconocidos en el mercado por cambiar vidas. Por impactar profundamente a quienes confían en nosotros. Quiero un equipo de grandes coaches, llenos de herramientas, con hambre de aprender y de servir. Pero también tengo que aceptar que no todos quieren eso. Y está bien, no es un problema. A veces simplemente soñamos con cosas distintas, y eso también está bien.
Lo que no quiero es que alguien se vaya de mi equipo porque perdió la confianza en mí. Porque sintió que traicioné los valores que tanto digo defender. Si algún día nuestros caminos se separan, que sea porque nuestras visiones ya no coinciden, no porque dejé de liderar como prometí hacerlo. No así. No de esa forma.
Creo que cuando uno comete errores, tiene que pedir disculpas. Y esta vez me ha costado más porque tuve que comenzar por perdonarme a mí. Fallé. Me fallé a mí. Y después, a todos ustedes. La única promesa que puedo hacer ahora es la de seguir trabajando para ser mejor. ¿Voy a cometer más errores en el futuro? No tengo duda de que sí. Pero seguiré intentando ser el líder que este proyecto necesita. El que ustedes merecen.
Y por qué no… tal vez, si lo seguimos intentando juntos, cambiemos el mundo.
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